Pedro Iturralde (Falces, Navarra, 13 de julio de 1929), maestro de maestros, compositor de compositores. Una verdadera leyenda de los escenarios y de la música española, de los primeros hombres que tuvo el valor de llamarse ‘jazzman’ en el Estado español. Después de un estupendo concierto en el Museo Casa Roja de la Villa de Mazo (La Palma) con el cuarteto de saxos ‘Modern Sax Quartet’ el músico nos recibe con una tremenda cordialidad, con una sonrisa de oreja a oreja y una vitalidad impropia en una persona de su edad. Iturralde se gradúa en el año 64 en el Conservatorio Superior de Madrid y es también animador de las noches de la Capital de España en conciertos en el mítico Whiskey Jazz Bar.
No podemos olvidar discos importantes en la historia musical de este país. Recordamos aquel mágico LP de su cuarteto con Hampton Hawes al piano, Eric Peter al contrabajo y Peer Wyboris a la batería. Las canciones clásicas como ‘On green dolphin street’, ‘Oleo’ o ‘My funny valentine’ empezaban a grabarse en la incipiente industria del jazz español. También aquel mágico ‘Jazz flamenco vol. 1 y 2’ (Blue Note Records, 1967) que compartió con el que se conocía por aquel entonces como Paco de Algeciras y que con el tiempo tomó el nombre artístico de Paco de Lucía. En ese disco también tocan los mentados Wyboris y Peter así como el pianista Paul Grassl. En el concierto del pasado sábado en La Palma, le acompañaron Juan Ramón Callejas, al saxo soprano y alto, Pedro Luis García Casarrubios, al saxo alto, Michel Portellano, al saxo barítono y Miguel López, profesor de la Escuela de Música de Mazo, al saxo tenor. No faltaron canciones como su ‘Suite Hellenique’, ‘Old friends’ o ‘Çzárdás’ rebautizada como ‘Hungarian dance’. Don Pedro Iturralde, 83 años le contemplan, mito pero de carne y hueso. Gracias por hacernos volar con sus notas. Hasta pronto.
– Fiel a nuestra costumbre en esta serie de entrevista le queremos preguntar, ¿Cómo empezó usted en la música?
– Pedro Iturralde: Mis comienzos fueron por mi padre. Era un músico nato aunque de profesión fuese molinero. Tocaba el clarinete, el saxofón, la guitarra, el laúd. Me encontré que llevaba conmigo la música. Vivía con mi abuelo cerca del río Arga en Navarra. Después nos fuimos a mi pueblo en dónde tuve muchos problemas de adaptación. De repente, acompañando a mi padre a los ensayos de la banda se quedó patente que yo quería ser músico. Mi padre me quitaba la idea de la cabeza. Me decía, ‘la música no es una profesión, tienes que pensar en el día de mañana’. Aunque yo soy muy testarudo. Estudié muy fuerte desde muy joven. Yo progresaba cada año más que el resto de la banda. Ahí tocábamos piezas de música clásica y con el tiempo me llamaron para tocar en un baile. Era lo que se llamaba en aquella época música de jazz, más bien despectivamente. Decían, ‘jazz, eso no es música’ (risas).
«En el Whiskey Jazz Club de Madrid hicimos un trabajo arduo, muy difícil. Entre el Whiskey Jazz Club en la capital y el Jamboree en Barcelona levantamos el jazz y lo pusimos a nivel internacional. No podemos olvidar a Tete Montoliú y otra gente importante. En los 60 ya el jazz estaba funcionando muy bien. Había conciertos, festivales, discos…»
– Nos imaginamos que para su padre que usted optara por el jazz no fue la mejor noticia…
– P.I.: No le gustaba. Me preguntaba ¿Qué es eso? A los 13 empecé con la orquestina. En Navarra había mucho trabajo en las fiestas de pueblo. Había que tocar para baile y después de comer la sesión concierto. Tocábamos de verdad, operetas, zarzuelas etcétera, cosas muy difíciles. Parece que eso ya no sucede (risas). Yo me ganaba la vida en esas condiciones. A los 15, me contrataron como atracción en Logroño. Al año siguiente, otro café en Burgos. Leíamos y trasportábamos música. Después me ofrecieron en una orquesta catalana y me fui con ellos, después del verano del 47. Me fui en una turné a Lisboa, Casablanca, Argelia y Túnez. Allí había verdaderamente trabajo. Conocí Francia a través de África. Toda la cultura de ese país tan vecino. Por ejemplo, el Quintette Hot Club de Francia. Conocí muchas cosas, incluso el cine francés. Tuve que dejarlo todo porque no había hecho la mili. Eso era muy grave en aquella época. Entonces me empadroné en Madrid e hice la carrera de saxofón. Me salió un contrato para ir fuera otra vez. Fue en Beirut. El África del Norte cuando estuve era maravilloso, era algo así como la denominada ‘Suiza del Medio Oriente’. En España estábamos en la miseria y allí había comida, música, cultura, de todo. Estuve en la época buena del Líbano. Después en Grecia, Turquía. En las bases americanas de Alemania, Francia y España. Volví a España con una orquesta que se llamaba Maniquelli. Fuimos a Zaragoza y a Torrejón. Ya había cambiado mucho esa España.
– ¿Es entonces cuando aparece en su vida el Whiskey Jazz Club?
– P.I.: Sí en Madrid, el famoso Whiskey. Yo estaba asociado y contratábamos a los mejores. Tuvimos a músicos muy importantes como al mismo Dexter Gordon o a Phil Woods. También a Donald Byrd, Gerry Mulligan, Lee Konitz y al pianista Hampton Hawes. Con Hawes grabé un disco para el sello Hispavox. Salía ya muy esporádicamente fuera del país. Por las noches tenía el Whiskey Jazz y por las mañanas tenía o grabación para la televisión o para alguna película o cantantes de moda. Estando en ese club creé el disco ‘Jazz Flamenco’. Seguía siendo de Hispavox pero en la actualidad está editado a través de la prestigiosa casa norteamericana Blue Note Records. Grabé el primer volumen en un LP y después el otro.
– ‘Jazz flamenco vol. 1 y 2’ Qué fusión más importante ¿Se sintió algo así como un pionero?
– P.I.: Creo que yo debería escribir algo sobre eso. Algo he explicado hoy en el concierto aquí en Mazo porque no se entendió del todo bien. La gente empezó a hablar de fusión y esto, tal y como yo lo entiendo no es una fusión. Creo que estaría todo más claro si lo hubiésemos titulado ‘Jazz andaluz’ o ‘Jazz de Andalucía’ o, mejor aún, ‘Jazz con el espíritu de Andalucía’. La importancia de la música aquí no son los temas que tocamos sino las improvisaciones, la armonización y la estructura del tema. Fue, creo, un trabajo muy bonito. Prueba de ello es que todavía sigue en venta ¡Fíjate cuántos años hace! (risas). Fue en el 67.
– Cuando mencionamos a Hispavox no podemos olvidar a un nombre importante del jazz en España y de los medios de comunicación, Juan Claudio Cifuentes ¿Tiene buena relación?
– P.I.: ¡Fue quién escribió las menciones del disco al que nos referimos!
– Antes ¿La tele se ocupaba del jazz en España?
– P.I.: En los 50 no había jazz en España. Había alguna jam session de vez en cuando. No se podía decir ni que hubiesen conciertos. No habían ni discos de jazz, era muy difícil conseguirlos. En el Whiskey Jazz Club de Madrid hicimos un trabajo arduo, muy difícil. Entre el Whiskey Jazz Club en la capital y el Jamboree en Barcelona levantamos el jazz y lo pusimos a nivel internacional. No podemos olvidar a Tete Montoliú y otra gente importante. En los 60 ya el jazz estaba funcionando muy bien. Había conciertos, festivales, discos…
– ¿Se acuerda de los primeros discos de jazz que pudo adquirir?
– P.I.: Fue en la primera salida que tuve. La que te conté antes en Lisboa, en Portugal. Me acuerdo que compré algún disco de Benny Goodman a trío. Le acompañaban Teddy Wilson y Gene Krupa. Clarinete, piano y batería, sin contrabajo. Por aquel entonces el contrabajo no se usaba mucho. Después compré otros, sobre todo en África. En Tánger había de todo. Ya era internacional (risas). Compré partituras de Gillespie. Tengo un disco que me regaló la embajada de Tánger que era de la orquesta de Glenn Miller. Lo abrías por el medio y era una cosa preciosa. Era la orquesta de Miller con el cuarteto The Modern, un cuarteto vocal que tenía.
– En sus conciertos, el de hoy no ha sido una excepción nunca falta alguna canción como ‘Autumn Leaves’, ‘Les feuilles mortes’ (letra de Jacques Prévert y música de Joseph Kosma), en francés ¿Qué le sugiere esta canción tan estándar?
– P.I.: Aprendí francés, como te dije antes en África del Norte. Empecé a cantar en francés y no lo hacía mal del todo. Canté un día en uno de los clubes y el dueño me instó a hacerlo más veces. Creo que la mejor manera de aprender idiomas es cantando. Cantaba esa canción, lo podría hacer ahora mismo (sonríe y canta el inicio del tema). En actuaciones como la de hoy la toco en clarinete y se podría decir que no sólo toco las notas sino que también pienso en la letra. Esa canción ha sido verdaderamente importante, la ha grabado muchísima gente de jazz como el mismo Miles Davis y la cantó incluso Frank Sinatra. Habitualmente se suprime el verso que es recitativo y todo el mundo empieza con la parte más famosa. Conociendo la letra de la canción, no puedes omitir el comienzo ya que es parte de la historia, después viene lo que podemos llamar el refrán. Trato de expresarla como si la cantase y no pensando en otra y después hago improvisaciones. Vamos, verse, refrán e improvisaciones. A las improvisaciones yo les llamo creación espontánea. En España está mal entendida la improvisación. Que me perdonen algunos políticos pero suelen decir frases como ‘esto no se presta a improvisaciones’ como si no fuera premeditado. El diccionario dice que improvisar es hacer una cosa sin estudio ni preparación (risas). La improvisación del jazz es muy seria. Es una creación musical espontánea sobre una estructura rítmica armónica determinada. No es hacer lo que quieras, tienes que hacer pero sabiendo los acordes, la música y el tiempo. Con cuarteto como el de hoy, queda de maravilla.
– Volvamos al 2013, tiene una agenda muy apretada de conciertos ¿Va a estar en el Festival de San Javier y en el barcelonés Jamboree?
– P.I.: Esos son los planes. Si Dios quiere, porque me encuentro bien pero veremos a ver (risas). Depende de cómo me encuentre pero lo que es evidente que tocando no me canso. Es curioso, voy a los médicos que me han operado de algunas cosas y ellos mismos inciden en que no deje de tocar… y es verdad, tocando me olvido de todo.
– Nos cuentan que tuvo una relación muy importante con el saxofonista Stan Getz (Filadelfia, 2 de febrero de 1927 – Malibú, California, 6 de junio de 1991) ¿Cómo lo conoció?
– P.I.: Sí, la verdad es que tuve amistad con Stan Getz. Lo conocí porque estuve en Berklee, en Boston. Estudié allí con una beca que me dieron ellos. Estudié jazz y conocí a un señor al que llamaban ‘The saxophone doctor’, Lyons -no me acuerdo del nombre-. Éste le reparaba los saxos a Stan Getz aunque a él le regalaban los saxofones, concretamente, la casa Selmer. Este hombre y Stan eran muy amigos y en seguida me dijo que le reparaba los instrumentos gratis y a mi también. Tuve la posibilidad de contactar con él.
– ¿Podemos esperar de usted la grabación de un CD? ¿Nuevo material fonográfico?
– P.I.: Estamos en dudas siempre (risas). A lo mejor, debería grabar un disco con el cuarteto de jazz y otro con el de saxofones.
– Esperemos tener pronto ese trabajo ¿Quiere dirigirse al público canario a través de Canción a quemarropa y creativacanaria.com?
– P.I.: Me alegra mucho este contacto. Para mí ha sido un placer y también un esfuerzo venir aquí a la Villa de Mazo en La Palma pero fue una forma estupenda de reencontrarme con amigos de la isla que ahora son profesores. Fueron mis alumnos y a pesar de eso somos amigos (muchas risas).
– Algunos de ellos les llaman, creemos con todo el acierto, ‘Maestro de maestros’, muchísimas gracias.
– P.I.: A usted, saludos para todos en estas maravillosas islas. Espero que tengáis buen verano pero por lo que se ve se está retrasando.
No hay comentarios